Más de una vez me he asignado tareas a mí misma para probar cómo funcionaban, cómo se sentían y para investigar qué era exactamente lo que despertaban en mí. Una de mis maestras de yoga siempre dice que todo primero lo prueba en su propio cuerpo y bueno, ha de ser de así.
Una de estas tareas consistía en despertar y escribir un poema, luego debía mantenerme con la sensación que las palabras dejaban en mí durante todo el día. Esa atmósfera que envuelve a la escritura. Finalmente, por la noche, revisaba y corregía el poema. Repetí este proceso durante una semana. De esta manera nació Anhelo, los poemas que acompañan mi exposición Vacío y Espesura y que transformé en un fanzine donde también incorporo fotografías que quedaron fuera del muro. Este fanzine se suma a la mini colección que he llamado Imágenes Paganas, con este ya son 3 de la serie y espero continuar.
Sí, a todo le pongo nombre. Nombrar es tan importante como imaginar; traza una dirección y sitúa lo que hacemos dentro de una idea. La palabra es nuestro vehículo más preciado. Si la olvidamos, si ya no podemos o no sabemos cómo nombrar, surge la posibilidad del horror.
Toda creación es desplazamiento. Y lo que hago (fotografiar, escribir y enseñar) es un equilibrio entre lo que puedo y deseo.
Durante la próxima semana recrearé aquel tiempo compartiendo uno de estos poemas cada día. Mientras tanto, si estás por Madrid te invito a visitar la exposición (se ha extendido hasta el 18 de noviembre), curiosear los libros que allí he dejado y navegar entre las imágenes.
Y para quienes estén interesados en la autobiografía, el próximo sábado 11 daré un micro taller de 3 horas al que titulé El corazón es el lugar. También en The Stendhal Room (c/Madera 17). Si no te animas con talleres más extensos y quieres saber de qué va la cosa, este taller es ideal.
Ahora sí, hasta la semana que viene.
Gracias por tu tiempo, tu atención y compañía. Son muy valiosas.